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Menotti generó la mística y el orgullo por la Selección

Le dio al equipo nacional una identidad como nunca antes había tenido. Su palabra siempre fue escuchada porque puso al fútbol argentino en el primer nivel mundial.

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En el predio de la AFA. La Selección le debe mucho. (Marcelo Endelli/Getty Images)

Se sabe desde hace tiempo, pero siempre vale la pena repetirlo ante tanta orfandad histórica de los más jóvenes: César Luis Menotti dividió la historia de nuestro fútbol. Nada pudo ser igual desde su aparición en la conducción del combinado nacional.

Menotti falleció hace unas horas a los 85 años. Su palabra se escuchó siempre: fue él quien avaló rotundamente a Lionel Scaloni para que dirigiese a la Selección Nacional en los meses posteriores al descalabro de Rusia, en 2018. Su opinión fue escuchada por Claudio Tapia, el presidente de AFA. Hasta su adiós físico, fue el director general de selecciones nacionales, en una especie de homenaje a su propia historia.

En realidad, Menotti se había ganado ese respeto futbolero desde que dirigió el primer entrenamiento de la Selección. Exitoso con aquel gran Huracán campeón de 1973, fue convocado al equipo nacional tras el papelón en el mundial de Alemania. Armó un plantel y lo presentó en el Monumental, el 12 de octubre de 1974, empatando 1-1 con España.

Desde ese momento quedó claro que el Flaco había llegado para quedarse y que su palabra, su facilidad para dialogar con los jugadores, la costumbre de agregar innovaciones ofensivas, de hacer que el equipo nacional comandara el juego en lugar de la timidez táctica de otros tiempos cercanos, lo acercó a la consideración de futbolistas, dirigentes, periodismo y público.

Lo que Menotti hizo en esos cuatro años anteriores al mundial de 1978 fue darle al seleccionado argentino una identidad como nunca había tenido, pero también hizo que fuesen los mismos jugadores los que entendieran y tomaran como propia la importancia de jugar en la Selección, como nunca antes había pasado. Ya no había excusas para rechazar la convocatoria.

A partir del Flaco y su trabajo, la Selección pasó a ser la famosa Prioridad N°1. Con altos y bajos, su trabajo se fue ampliando: armó el seleccionado del Interior, un hallazgo suyo que hizo consagrarse y llegar al equipo principal del país a varios hombres poco vistos en Buenos Aires, en tiempos sin Internet, con televisión en blanco y negro, sin más chance que mostrar uno o dos partidos por semana a través de la pantalla.

La mezcla de esos dos equipos, la llegada de jugadores talentosos en un período de grandes figuras -el éxodo hacia Europa había empezado pero la mayoría de los cracks seguía en el país- le permitió elegir, probar y volver a probar, revisar, discutir, enfrentarse muchas veces con el periodismo de la época, siempre con la lengua filosa y al mismo tiempo convincente en cuanto a lo que decía y pregonaba como su verdad futbolera.

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Con Daniel Passarella, su capitán en el equipo campeón del 78 (Foto: Stefano Montesi - Corbis/Corbis via Getty Images)

Eran tan buenos los jugadores de aquellos años, que dejó a Diego Maradona -con 17 años- afuera de aquel Mundial ganado. Lloró y pataleó Diego, pero quizá lo haya entendido, como hicimos muchos de los que seguíamos con ansia aquel derrotero del equipo nacional. Después sí, fue todo de Diego y el grupo en las giras europeas, previo desfile juvenil en el Mundial de Japón, primer título de la Argentina Sub 20 con Diego de capitán y Menotti como el conductor del grupo.

No pudo repetir el desafío en España de 1982 y dejó la Selección tras el torneo. Luego volvió a trabajar en muchos clubes poderosos del país y del mundo, con sucesos diversos y una prédica que no cambió pese a que no siempre los resultados lo acompañaron.

Pasaron los años y su palabra siempre fue respetada, aunque algunos quisieron devaluarla injustamente. Hizo mucho por el fútbol argentino, lo puso en el primer nivel mundial y logró algo que puede parecer sencillo, simple, hasta lógico, pero nadie había hecho: si la Selección te convocaba, vos lo aceptabas sin preguntar. Con ganas de ir, con una motivación generada, seguramente, por lo que Menotti transmitió. Por eso, el fútbol argentino le debe un agradecimiento perpetuo. Porque sin él, hace 50 años exactamente, ese orgullo de calzarse la celeste y blanca no hubiera sido patrimonio de nadie. Menotti lo consiguió.

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